En una época no muy lejana existieron los duendes, que solían perturbar a los humanos. Les encantaba hacerles renegar jugando a esconderles los objetos para reírse de ellos como si fueran niños traviesos.
LAS TRAVESURAS
Les ponían puños de tierra a las ollas de frijol que se cocinaban en las hornillas de las cocinas de las amas, les escondían la escoba a las señoras, o bien les ensuciaban el agua, que con tanto trabajo sacaban de pozos muy profundos. Cuando el jefe de la familia se disponía a buscar sus enseres de trabajo, no los encontraba donde les había dejado, y más de alguna ocasión a sus hijos había culpado. –No somos nosotros- decían sus hijos acongojados, sin poderse defender de su progenitor disgustado.
LA VISION DE LOS DUENDES
Se hizo tanta su intervención, que un momento llego, que de pronto se veían pasar pequeños seres de gorritos de colores y barbados, con la punta de sus zapatos hacia el cielo apuntado। Los ojos de picaros con gran sonrisa en sus delgados labios. Llevándose los utensilios a otro lado y esperando que sus dueños pudieran encontrarlos.
-¡Papá! ¡Mira! ¡Son ellos, los que siempre hacen la travesuras!- ¡allá va el que siempre esconde tus cosas, que a nosotros nos achacas!, lleva tu azada y lleva tu coa de labranza, las que has estado buscando, ¡corre tras él sin tardanza!-. El padre mira boquiabierto sin saber que decir, se talla los ojos y mira muy atento. Son pequeñas criaturas, que llevan sus implementos, con cara de travesura, incitándolo al reto.
De pronto aparecen los que a la doña de la casa hacen travesuras, llevan un tarro lleno de tierra para verterlo en las comidas que en las hornillas se cocinan. Para ellos todo es juego como en los cuentos que se ventilan.
La familia cansada de lidiar con los duendes que serían divertidos si no hicieran travesuras de relieve. Decidieron marcharse de improviso tratando de sorprenderles,
Sin que estas criaturas se dieran cuenta urdieron el momento de dejar la casa para irse a vivir en otro sitio donde estas criaturas en miniatura no pudieran alcanzarles.
LA HUIDA
Toda la familia tomo sus enseres e hicieron fila con sus cosas para dirigirse a un nuevo sitio, para continuar su hogar sin estas criaturas molestas. Cuando iban a medio camino se dieron cuenta, que faltaba la escoba y una cubeta, así como una olla. –Pregunta la madre- ¿quien trae la escoba?, ¿quien trae la olla? y ¿quien trae la cubeta?- creo que se nos quedaron, nadie las traemos contestaron-, en eso se escucha unas vocecitas que dicen: -yo traigo la escoba-, otra dice –yo traigo la cubeta- y otra más –yo traigo la olla-
Recontra, dice la madre si de ustedes venimos huyendo y resulta que vienen con nosotros, ya nos cansamos de ustedes, ¿Qué vamos a hacer si también se vienen con nosotros?
EL PACTO
Entonces se adelanta el duende que parecía tener algo de jerarquía ante los demás y dice: -solo jugábamos creímos, que se divertían con nosotros- ustedes nos dirán lo que les molesta y nos pondremos de acuerdo.
Entonces sucedió que ya los duendes dejaron de interactuar con los humanos dándose cuenta que lo que para ellos era divertido para los humanos no lo era.
LA PAZ
Parece ser, que la paz se ha firmado entre humanos y duendes y es muy difícil el verles, aunque habiten nuestros hogares en forma conjunta con nosotros, quizá me atrevería a decir que en ocasiones nos ayudan cuando ven que las cargas son muy pesadas para nosotros los humanos. Algunos niños a veces suelen verles y cu, ando lo comentan, sus padres no les creen, pues ellos perdieron la capacidad de darse cuenta de su presencia.
Así mi querido lector, que cuando no encuentres algo en tus enseres, no culpes a los pequeños de ello, pudiera darse la casualidad, de que cometas una injusticia, ya que existen duendes que no conocen el pacto de sus mayores.
¿No crees?
Celia Rivera Gutiérrez
Cd. Obregón Sonora, México
Septiembre 29 del 2008