
Estaba recostado boca arriba con las manos sobre el pecho y los ojos cerrados, no recordaba cuanto tiempo llevaba así, solo sabia que ya hacia bastante rato. No quería levantarse para no interrumpir unas oraciones que se estaban relazando en su entorno, ignoraba la razón de estas. El suponía que porque había estado enfermo y deseaban ayudar pidiendo al creador su recuperación. Así que con cierta somnolencia se quedo dormido un rato esperando a que terminaran dichas oraciones.
Cuando despertó se dio cuenta que en ves de terminarse se habían unido más personas a la oración y entonces se le hizo muy extraño lo que acontecía. Aguzo el oído para escuchar que pasaba.
El y su familia Vivian en una ranchería muy alejada de la población y en esos tiempos no existían carreteras o buenos caminos para vehículos, es más no existían casi vehículos motorizados, todos se movilizaban a caballo o a pie. Así que cualquier necesidad se tenía que trasladar hasta la población más cercana.
Algo extraño estaba pasando ahí, justo ahí en su casa y ni más ni menos en su habitación. En que estaría pensando su mujer que permitió la intrusión de tanta gente a su habitación y a que se debería tanta rezandera.
Se dijo así mismo, esperare a que termine esta extraña letanía de Ángeles, arcángeles y serafines, para levantarme a ver si se retiran. Pero para sorpresa suya cada vez había más voces en dicha rezada.
Prestó atención y escuchó, que decían una y otra vez después de cada padre nuestro o ave maría “señor resibilo en tu seno, que descanse en paz y que tenga la luz perpetua” una y otra vez le pedían al señor que se lo llevara a su gloria.
Se canso de escuchar y de pronto se sentó y dijo:
-¡Con una chingada, Si no me quiere llevar lo van a obligar a que lo haga a fuerzas! ¡Largo de mi casa!-
No termino de decir todo, cuando todos salieron corriendo y tropezando los unos con los otros con el rostro lleno de espanto y los ojos desorbitados.
La verdad es que lo hacían ya muerto y alguien había ido al pueblo por el ataúd para su entierro y cuando estos llegaron y lo vieron de pie se desvanecieron.
Dicen por ahí que ya ni la supuesta viuda quería arrumacos de su marido, y que le tenía miedo.
¿Será?
Querido lector ¿Qué opinas?
Celia Rivera Gutiérrez
Cd. Obregón Sonora México
28 de marzo del 2009